Hector A. Gil Muller
Una
fábula china advierte lo siguiente: Cuenta que había una vez un enorme y
poderoso tigre que cazaba y regía en los bosques de China. El gran animal
encontró y empezó a atacar a un pequeño zorro, el cual ante el peligro
únicamente tuvo como opción recurrir a la astucia. El zorro le increpó y le dijo
que no debía hacerle daño puesto que él, el pequeño zorro, era el verdadero rey
de los animales por designio del emperador del cielo. Ante la mirada
condescendiente e incrédula del tigre, el zorro le indicó que si no le creía le
acompañara: -así veras como todos los animales huyen atemorizados al verme
llegar- exclamó. El tigre así lo hizo, observando, en efecto, cómo a su paso
los animales escapaban. Lo que no sabía era que esto no era debido a que
estuvieran confirmando las palabras del zorro (algo que el tigre acabó por
creer), sino que de hecho huían de la presencia del felino que iba junto al
zorro.
Cuan parecidos somos a esta fábula, andamos creyendo y
también creemos andando. Lo que tenemos, lo que hacemos, el cargo que
ostentamos nos acompaña, entender a los tigres, pero también a los zorros, es
responsabilidad vital.
El mundo enfrenta un nuevo conflicto de los muchos que le
aquejan y resurge entre el cruel fantasma de la guerra. Un jinete apocalíptico
que gusta de saltar entre ambición e intereses. La presión internacional
arrecia y ante los bombardeos entre Irán e Israel el mundo se divide en
opiniones que buscan apoyar o rechazar las acciones. En la guerra se habla
siempre de aliados, pero el mundo es cada vez menos global. Las políticas
arancelarias, las campañas anti inmigrantes rompen la idea que se tenia de un
mundo abierto y sin fronteras.
El miedo parece ser ese tigre que camina, se aprovecha y
usa el miedo para crecer y fortalecer la necesidad de hacer algo. Si el miedo
se observara, no solo a través de los comportamientos, tendría entre sus
características una alta virulencia. Por cierto, esta palabra que designa el
carácter patogénico y nocivo de un microrganismo viene del latín “virulentus”
que significa: lleno de veneno.
El miedo es tan contagioso y aunque es un excelente
mecanismo para resguardar la integridad también paraliza. Parece que la
reacción del miedo surge desde el instinto y previene de peligros existentes o
inexistentes. La preocupación, como propagación del miedo, se centra en el
pensamiento que nos lleva a tener una duda que tratamos como un peligro. Por
eso la enunciación de nuestras preocupaciones siempre comienza con un: “¿y
si…?”. Un pequeño zorro que aprovecha el miedo.
Ismael Serrano escribió una canción llamada: el virus del
miedo, entre sus estrofas canta: Por
miedo a sentir miedo / Fue a la cama, / Como una oruga se escondió / Y envuelto
entre las mantas / Se durmió, / Hizo humo el sueño / Y se olvidó del mundo /
Por miedo a despertar. / Aún sigue dormido. / Pasaron los inviernos / Y aún
sigue escondido, / Esperando que tu abrazo / Le inocule la vacuna / Y elimine
el virus del miedo / Y su locura.