Últimamente ha habido declaraciones del presidente de la república que debiesen alertarnos.
Si bien no han sido contundentes y claras, si nos dejan
entrever que vería con simpatía la instauración de la “pax narca”.
La pax narca significa la búsqueda de la disminución de la
violencia a partir de que en cada región, -donde hoy se está viviendo una lucha
violenta entre las bandas delictivas que pretenden el control de cada una de las
plazas-, se logre la consolidación indiscutible de una de ellas como la líder y
esto disminuya el alto índice de asesinatos y enfrentamientos violentos.
La tolerancia gubernamental hacia los cárteles parece haber
sido una práctica común durante los gobiernos priístas del siglo XX, hasta que
el presidente Felipe Calderón iniciara la lucha frontal contra el narcotráfico.
A partir de esa época se desintegraron los
liderazgos de los principales cárteles, para dejar en su lugar luchas internas
por el poder y la confrontación entre gente cada vez más violenta y cruel.
Por tanto, la denominada “pax narca” permitió a los
gobiernos del siglo XX mantener el control total de la actividad delictiva que
estaba focalizada totalmente en el narcotráfico. Eran los tiempos en que México
era simplemente un país de tránsito de la droga sudamericana, de camino hacia
la frontera con Estados Unidos. Sin embargo, hoy México es un mercado
consumidor, como lo muestra la violencia generada por el narcomenudeo, específicamente
la disputa por el control de las zonas y su mercado.
Sin embargo, con desconocimiento total del modo en que el
mundo ha evolucionado durante los últimos años, -y con ello también el crimen
organizado-, parece ser que este gobierno pretende repetir el modelo de la “pax
narca” y por ello se niega a enfrentar con contundencia y todo el poder del Estado
Mexicano a la delincuencia. ¿Estará esperando pacientemente a que en cada región
se nulifiquen los cárteles entre sí y surja uno de ellos como ganador, con el
cual negociar?
La mala noticia frente a esta posible expectativa
gubernamental es que esa ya no es una opción, pues las bandas del crimen
organizado ya no operan únicamente en el narcotráfico, como las de antes. Las
de hoy se han diversificado y se han convertido en verdugos de la sociedad.
Los cárteles de hoy lo mismo exportan droga que operan el
tráfico de migrantes hacia Estados Unidos. También se han convertido en tratantes
de mujeres para el comercio sexual, además de practicar el cobro de piso a pequeños
comerciantes, la extorsión, secuestro y huachicoleo. Además, se han convertido
en controladores de algunos mercados, como ha sucedido en Michoacán con la
siembra de aguacate y limón y proveedores de obra pública y servicios con
precio inflado para muchos municipios.
Pero lo más grave es que se han convertido en protagonistas de
la vida política, imponiendo candidatos e impulsando alcaldes y gobernadores en
algunas zonas del país, a los cuales seguramente controlan totalmente cuando
asumen el cargo.
El perfil del crimen organizado en la época de los gobiernos
priístas del siglo XX era de subordinación a las autoridades legítimas y
respeto a las instituciones. El de hoy es un poder paralelo al Estado Mexicano,
con ejército propio e intereses políticos.
Por ello, al considerar permitir la instauración de la “pax
narca”, -con bandas empoderadas que imponen gobernantes-, este gobierno se
percibe ingenuo e idealista… o quizá perverso.
Cada día que pasa más gente se integra al crimen organizado.
Hay quienes estiman en 150 el número de bandas delictivas que operan en México.
Esta cifra quizá sea un número conservador.
Las muestras, -no sólo de tolerancia-, sino de simpatía del presente
gobierno por el cártel de Sinaloa, son inocultables. Es innecesario recordar acontecimientos que describen
esta simpatía, pues están plasmados en videos que circulan en la WEB.
Los mensajes mediáticos de respeto a los derechos humanos de
los criminales, -que ha externado el presidente López Obrador en las
mañaneras-, pareciera ser que llevan un mensaje de acercamiento que hace
innecesario el formalizar un pacto directo, lo cual sería muy desafortunado y
comprometedor jurídicamente para su gobierno.
No debemos olvidar que donde hubo más injerencia del crimen
organizado, -durante los procesos electorales del 2021 y 2022-, el partido
triunfador fue MORENA.
Casualidad o no, esta circunstancia podría dar una pista del
por qué ha habido impunidad respecto a la intervención del crimen organizado en
las elecciones recientes y por qué se mandan estos mensajitos afectuosos de
respeto y consideración a los derechos humanos de quienes forman parte de la
delincuencia organizada.
La pax narca significa concesionar el monopolio del control
absoluto de una región al grupo delictivo que garantice al partido en el
gobierno el triunfo electoral en las próximas elecciones. ¿Será este el
objetivo real de tantos mensajitos afectuosos y de acercamiento con el crimen
organizado?
¿A usted qué le parece?
VIOLENCIA POLICIACA
Cada vez se presentan con mayor frecuencia
reportajes sobre violencia policiaca en contra de ciudadanos vulnerables. Esto
se está volviendo cotidiano en los noticieros televisados. La indignación
pública es total pero después de la difusión de las imágenes y una ambigua y
tibia declaración de los ayuntamientos de hacer justicia, todo sigue igual y en
la impunidad, propiciando que se repitan estas conductas delictivas policiacas por
falta de acciones contundentes por parte de las autoridades.
Definitivamente hay total responsabilidad de los
tres órdenes de gobierno en la violencia policiaca. Primeramente, por la falta
de protocolos obligatorios en la detención de personas. Falta de capacitación
policiaca. La inexistencia de estudios psicométricos para filtrar la
contratación de personal y por último, ausencia de castigos ejemplares en
contra de los torturadores. Por tanto, la violencia policiaca es responsabilidad
total y absoluta del Estado Mexicano.
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Fotografía del perfil de R. Homs: es de David Ross