Héctor A. Gil Müller
México es un mosaico de estampados colores, las personalidades se entrelazan en medio de un escenario con sones de mariachi, marimba y guitarras. Es compleja la definición del mexicano, quizá sea igual con todas las naciones, pero como aquí me tocó vivir es la complejidad para la que me alcanza. José María González de Mendoza López Saavedra y Vázquez de Ayllón fue un general mexicano del siglo XIX nacido en Puebla y a quien llamaban “el loco”. Era famoso por sus excentricidades y según Francisco del Paso y Troncoso, era el hombre de las rarezas. Tipo pulcro y escrupuloso que hizo fama por presentar el siguiente informe en Veracruz: “en el médano del Perro se encontró el cadáver de un hombre muerto, que, aunque no portaba papeles para identificarle, por el habla parece inglés”.
La
historia apunta que no gustaba al loco que le llamasen “mi general”, - ¿en cuánto
me compró? Preguntaba, - ¿Cuánto le costé?, yo soy general de la Nación
-respondía ufano y orgulloso. -Venía a verle, le decían y para pronto se ponía
de costado, de frente y de espaldas a su interlocutor a quien le preguntaba: - ¿ya
me vio suficiente?
Ese
carisma tan especial, combinaba con un alto apego a la ley, su disciplina era
tal que llegó a aplicar una multa a su propia esposa por incumplir el horario
de limpieza en la vía pública que había determinado. En otra ocasión envío a un notificador que
advirtiera al dueño de una panadería que debía barrer su frente antes de las 6
de la tarde como era instruido por el bando, el panadero ocupado desestimó el
mensaje, antes de las 6 de la tarde, el loco con otros oficiales, estaban
barriendo el frente de la panadería. Mucho insistieron los panaderos en
quitarle la escoba, pero insistió el loco que ellos estaban ocupados y por lo
mismo ellos harían la tarea. Al día siguiente fueron multados con la pena
conveniente mas 500 pesos por la ofensa. Alegaron los penados que el general
había barrido porque quiso, a lo que contestó. -fue porque ustedes me lo
mandaron, además el pago corresponde al alto honor de que un siervo de la Nación
haga las que son tareas suyas.
Así
de recio era el loco, quien de seguro hoy diría que los verdaderos locos somos
nosotros que hacemos de la ley lo que queremos. La ley nos da los límites y el espacio suficiente para el
desarrollo, eso debemos agradecerle. No podemos buscar la felicidad
antes de la gratitud, perseguir la felicidad amenaza enfocarnos en lo que no
tenemos y no en lo que tenemos, que es el origen de muchos males. No es la
felicidad la que nos hace agradecidos, es la gratitud la que nos hace felices. No
hay mejor política que aquella que evoca el agradecimiento. Y a la ley la
desatendemos y obviamos y pocas veces agradecemos. Creo que de ahí nos viene el
ánimo de incumplirla, la ley la vemos como agresiva norma en lugar de grácil
faro.
Hoy
sufrimos de los males resultado del incumplimiento de la ley, políticos que, más
que afamados y brillantes, son tarugos y obstinados, gente que hace de la
política un antro, lugar oscuro y profundo. Políticos que se sirven para sus
ambiciones y no sacian, sin duda a ellos, si aun viviera “el loco” daría uno
que otro mote y sanciones ejemplares. Se sentiría menos general pero nunca
menos nacional.