Despierta América Latina:
Los gobiernos “colapsaron” y urge hacer algo radicalmente diferente
Polan Lacki
"Cuando los remedios no tienen suficiente eficacia
para curar las enfermedades es necesario curar los remedios, para que curen al
enfermo" (Padre Vieira-Sermón de Santo Antonio)
Ahora no nos
queda otra alternativa, tenemos que oír el consejo del Padre Vieira. Los
remedios convencionales para curar los males del subdesarrollo ya no pueden ser
aplicados, por la sencilla razón de que los gobiernos ya no disponen de ellos.
La ilusión de que el Estado paternalista solucionaría todos nuestros problemas
se acabó. En todos los países de América Latina, sin excepción, los gobiernos
nacionales, provinciales y municipales están debilitados, "desfinanciados"
y fuertemente endeudados. Los recursos que recaudan mal alcanzan para pagar
deudas e intereses de préstamos, sueldos y jubilaciones; y lo poco que queda se
destina a mantener, apenas con vida vegetativa, un aparato burocrático
sobredimensionado y casi improductivo.
Es esta
insuficiencia de recursos públicos – y no tanto la falta de voluntad política,
la principal razón por la cual los sucesivos gobiernos no solucionan los
crecientes problemas de la educación, de la salud, de la agricultura, de la
infraestructura, del saneamiento básico, del transporte urbano, de la pobreza,
de la asistencia a los discapacitados, del combate a la delincuencia, etc. Los
gobernantes están virtualmente paralizados, asistiendo pasivamente y aceptando
como si fuese aceptable, la persistencia de los siguientes hechos que ya están
incorporados a la vida cotidiana de nuestros países:
- Los enfermos
esperan varios días por una consulta médica, semanas por un examen de
laboratorio y meses o años por una cirugía; muchos mueren en los pasillos de
los hospitales antes de llenar la odiosa "ficha de admisión";
- Crecientes
cantidades de pobres "residen" y recogen cartones en las calles
mientras sus hijos están siendo "educados" en el mundo del vicio y de
la delincuencia;
- En los basureros
públicos los más hambrientos están disputando la comida con ratones y cuervos;
- Los
narcotraficantes tienen más poder y mejores armamentos que los servicios
policiales;
- Desde el interior
de las cárceles superpobladas muchos delincuentes siguen comandando el crimen
organizado y promoviendo frecuentes rebeliones para reivindicar y conseguir que
los transfieran para presidios "más democráticos".
Los gobernantes
lo poco que hacen, y recién después de ser fuertemente presionados por
denuncias de la prensa o por los sindicatos más agresivos, es "apagar los
incendios más ruidosos"; pero después que los ruidos disminuyen cesan las
acciones gubernamentales, hasta que ocurra la próxima emergencia. Ello ocurre
por la elemental razón de que las crecientes necesidades y aspiraciones de los
ciudadanos sobrepasan las decrecientes posibilidades de los debilitados
gobiernos en satisfacerlas.
Para empeorar aún
más este cuadro de parálisis, los gobiernos ya no pueden reforzar sus
presupuestos a través de la vía, cómoda y simplista, de aumentar el
endeudamiento público y los impuestos; porque lo primero ya es insoportable
para los propios gobiernos y lo segundo ya es insoportable para los
contribuyentes. En resumen, la capacidad de los gobiernos de resolver por la
vía paternalista los problemas de los ciudadanos está agotada; sólo los
"avestruces" aún no se han dado cuenta de esta evidente impotencia
gubernamental. Esta es una realidad que no podemos seguir fingiendo que no
existe o que no la conocemos, pues ella, además de evidente es creciente; para
confirmarla, basta salir a la calle, ver las colas en los colapsados servicios
públicos o asistir a los noticieros de la televisión.
Ahora que hemos
llegado al "fondo del pozo" está demostrado, de manera clara y
definitiva, que es imposible solucionar los problemas de la pobreza a través
del paternalismo estatal. Los recursos gubernamentales, que parecían
inagotables, están agotados. Entonces tenemos que abandonar las medidas
populistas/demagógicas y hacer algo radicalmente
diferente. Entre otras cosas: reducir drásticamente la frondosa e improductiva
burocracia estatal, eliminar los organismos públicos inoperantes y
prescindibles, abolir privilegios ilegítimos disfrazados de "derechos
adquiridos", endurecer en el combate a la corrupción, reducir la cantidad
de parlamentarios, militares y burócratas improductivos. En resumen,
"adelgazar" la máquina gubernamental para que los gobiernos dispongan
de los recursos que necesitan para ejecutar las actividades que son realmente
importantes e indelegables.
Con los ahorros
obtenidos en este "adelgazamiento", la nación en su globalidad (no
apenas el gobierno) deberá hacer una inversión, seria y absolutamente
prioritaria, en el desarrollo de las capacidades y competencias de los
habitantes de cada país. Los propios ciudadanos – quiénes están causando los
problemas y quiénes están siendo afectados por ellos – tendrán que ser
convocados, formados y capacitados para asumir, en forma individual o a través
de grupos organizados, una creciente parcela de responsabilidad en la
corrección de los errores que ellos, involuntariamente, están cometiendo y en
la solución de sus propios problemas. Reconociendo que los gobiernos no pueden
solucionar, año tras año, todos los problemas de todos los ciudadanos, el
Estado “perpetuador” de
dependencias deberá transformarse en un Estado educador, "empoderador" de los ciudadanos y emancipador de
las dependencias que ellos actualmente tienen de sus gobiernos. En las actuales
circunstancias de "parálisis"
y de impotencia de los servicios públicos, compartir responsabilidades entre el
Estado y los ciudadanos es una propuesta que vale la pena discutir y construir.